EL BARRO ROJO DE TONALÁ
Primero hay que ponernos un poco en contexto. Todos hemos tenido una pieza de barro rojo vidriado en nuestras manos alguna vez. Es la típica vajilla que encontramos en los restaurantes de gastronomía mexicana y donde hemos comido más de un pozole, un mole o una arrachera. Aunque las piezas de barro y de barro rojo se hacen en varias partes de México, el barro rojo vidriado del que hablamos se encuentra principalmente en el municipio de Tonalá en Jalisco, México.
Si nunca has ido a Tonalá, te lo contamos: está pegadito a la Zona Metropolitana de Guadalajara y una de las principales actividades económicas de este municipio es el comercio de artesanías y muebles. Diariamente puedes recorrer su centro histórico y encontrar una gran cantidad de tiendas que venden todo tipo de técnicas artesanales locales y de toda la república, así como la ocasional imitación china. También cada jueves y domingo, los y las artesanas se ponen en tianguis por la avenida principal y la calle se vuelve un multicolor de tendidos por los cuales es difícil caminar. ¡Todo un espectáculo!
En Tonalá la artesanía es tan importante que tiene su propia casa de la artesanía. En este municipio viven muchas familias con una larga tradición de maestros y maestras artesanas expertas en técnicas que generación con generación van perfeccionando sus formas de trabajo e innovando para adaptarse a las cambiantes demandas del mercado sin perder la tradición que le da originalidad… y es aquí donde entra el taller de la familia Valdivia.
ARTE VALDIVIA
El taller de la familia Valdivia, en el corazón de Tonalá, se dedica a la venta por mayoreo y menudeo de todo tipo de piezas de barro rojo vidriado libre de plomo. Es uno de los negocios de esta técnica con mayor trayectoria y reconocimiento en la localidad, pero para que esto sucediera han pasado muchas décadas de trabajo e ingenio. Creemos que la historia de este taller te interesará, porque ilustra un ejemplo claro de cómo cada pieza de artesanía que usamos es mucho más que bonita y funcional: representa las manos de una persona, la historia de una familia y la tradición de toda una comunidad.
La historia comienza con Florentino Valdivia y su esposa, la señora Paula Delgado, quienes a principios del siglo XX fundaron el taller… y como esta historia se ha mantenido solo a través de los recuerdos, hay muy poca información sobre lo que vivieron en esos años. A esta primera generación de artesanos siguió su hijo Cándido que junto a Higinia Ponce continuó el negocio a mediados del siglo pasado.
En aquel entonces y hasta hace todavía unos años, la técnica del barro rojo se impermeabilizaba con sílice y óxido de plomo, mejor conocido como la greta, que le daba al barro su característico brillo y durabilidad. Hoy en día se sabe que el plomo es sumamente riesgoso para la salud y se han encontrado otras alternativas para el barnizado, más adelante hablaremos de ello.
Según nos comentaron los Valdivia, otras de las diferencias de la forma de trabajar el barro rojo en el pasado además de la greta, eran los acabados rústicos y los diseños de algunas piezas que en la actualidad ya no se producen o son difíciles de encontrar debido a la complejidad y tardanza del diseño, por ejemplo, el jarrito tapambeño.
En aquellas épocas, el tipo de decorados que se utilizaban para las piezas de barro eran muy distintos a las flores de puntos Michoacanas y líneas blancas Tonaltecas que conocemos hoy. El barro engretado, como se le llamaba, solía representar escenas de lo que artesanos y artesanas veían en su día a día: flores, lagos, animales, jornaleros, leyendas y paisajes… cada pieza era una fotografía artesanal de su época.
Volviendo con la familia Valdivia, en 1953 nació el señor Guillermo Valdivia, hijo de Cándido e Higinia, quien al igual que su padre anteriormente, prefirió continuar con el negocio familiar con los conocimientos heredados a pesar de haber concluido una licenciatura en contaduría. Hoy en día, el señor Guillermo está por cumplir 69 años y comparte el taller con dos de los hijos que tuvieron él y la señora María Elena Gómez: Miguel y José Cándido. El señor Guillermo, artesano de tercera generación ha sido reconocido por el gobierno de Tonalá como uno de los grandes maestros artesanos de la región.
María Elena y Guillermo trabajaron juntos durante muchos años en el taller al mismo tiempo que cuidaban a sus hijos, muchas veces la señora María Elena trabajaba mientras estaba embarazada, por eso dicen los 9 hermanos y hermanas Valdivia que ya traen el oficio en la sangre, porque aprendieron desde que estaban en la panza de su mamá. Todos los y las hermanas Valdivia crecieron ayudando en el taller, todos aprendieron la técnica y su trabajo es parte de los logros del taller.
Sin embargo, varios de los y las hermanas decidieron tomar otro rumbo y actualmente, José Cándido y Miguel son quienes, como ellos mismos lo cuentan, desde la década de los 2000 se involucraron de lleno y hacia la innovación de los diseños del taller y sus procesos de producción. Sus estudios técnicos en cerámica durante la preparatoria les permitió incorporar nuevas combinaciones de colores en los esmaltes y adquirir noción sobre el uso de máquinas para el taller tradicional.
En 2007, se inició en México la transición del barnizado con greta (con plomo) hacía el esmalte vidriado libre de plomo a través de programas federales y estatales. Como lo comenta la familia Valdivia, el cambio a este nuevo tipo de esmalte evidenció la necesidad de usar barro más puro, de tener mejor control de las temperaturas de horneado del barro y en general, procesos de producción más ordenados para garantizar el correcto terminado de las piezas y evitar pérdidas.
Miguel y José Cándido se capacitaron en la construcción de hornos especializados para barro a través de financiamiento del Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías (FONART) y construyeron uno de los primeros hornos de su tipo en Tonalá, lo que posteriormente llevó a ambos y al señor Guillermo a colaborar estrechamente con el FONART durante algunos años para la capacitación de otros talleres en Jalisco, Zacatecas, Michoacán y Querétaro sobre la construcción de maquinaria y el uso de esmaltes.
En la actualidad, la formalización fiscal del taller, la incorporación del vidriado libre de plomo, otros colores de esmaltado, el nuevo horno, moldes y algunas máquinas han permitido a la familia Valdivia hacer que, sin abandonar los procesos a mano y el conocimiento que lo hace tradicional, su trabajo sea mucho más eficiente y, por lo tanto, bien remunerado ya que lograron multiplicar más de tres veces la capacidad productiva del taller. Hoy, cada taza, cada plato, cada vaso y cada salsero que sale del taller de la familia Valdivia es una parte pequeña de una historia que se sigue escribiendo.
¿Alguna vez imaginaste cómo una pieza artesanal puede estar tan relacionada con la historia de una familia y una región? Así como la familia Valdivia, en México -y el mundo- las técnicas artesanales tienen mucho que ver con las historias personales, familiares y comunitarias de quienes tienen estos conocimientos tradicionales.
Es sorprendente aprender que lo que hace tradicional a una técnica artesanal son los aprendizajes acumulados a través de varias generaciones y que cada vez se van renovando y reinventando para adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia. Cada pieza de artesanía que vemos, compramos y utilizamos es más que lo que tocamos con las manos, es una evidencia, un pedacito de la historia de muchas personas contada por las manos de quien la elaboró.